Los caballeros de la llanura
El coronel Lee Ripple se hallaba sentado en el pórtico de su casa ranchera, situada en la zona oriental de Nuevo Méjico, frente al famoso paisaje en forma de abanico que se extendía entre las grandes escarpas pobladas de árboles, que se asomaban sobre las planicies verdes y grises y la ancha y ondulante llanura anterior, a través de la cual el Camino Viejo seguía el curso brillante del Cimarrón, hacia la purpúres lejanía.
Era el paisaje más hermoso de todo Nuevo Méjico; y los tristes ojos azules del señor de tantas tierras y ganado lo observaron reposadamente antes de volverse en dirección al Oeste, donde el resplandor de la campiña abierta se ofrecía a su vista. Un millón de acres corrían y ondulaban a los lados de las pendientes plateadas, que a su vez, se elevaban en dirección a las montañas de negra base y nevadas cumbres.
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