La legión de la frontera
Juana Randle detuvo su caballo en la cresta de la colina cubierta de cedros y contempló, sintiendo que el miedo y los remordimientos empezaban a oprimir su corazón, el agreste paisaje que tenía delante.
-Jim no me engañaba -murmuró-. Decía lo que sentía y en realidad se dirije a la frontera. ¿Por qué le provocaría yo, Dios mío?
Era en verdad un lugar selvático aquella frontera al sur de Idaho, y aquel año sería testigo de la invasión más salvaje de que haya memoria en el Oeste. El alud de los buscadores de oro había inundado California de una horda de hombres sin ley, y los ricos filones hallados en Idaho habían traído algunas ondas de aquella sombría marejada de humanidad. Extraños relatos de sangre y oro se extendían por los campos, y los buscadores y los cazadores se encontraban con muchos hombres de procedencia desconocida.
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