Bajo el cielo del Oeste
Eran aproximadamente las doce de la noche cuando Magdalena Hammond se apeó del tren en El Cajón, Nuevo Méjico. Su primera impresión fue de un inmenso espacio vacío, ventoso, fresco y extrañamente silencioso que se extendía bajo las grandes estrellas titilantes.
-No ha salido nadie a recibirla, señorita -dijo con solícito interés el conductor.
-Telegrafié a mi hermano -replicó ella-. Tal vez, como traemos tanto retraso... se cansó de esperar. Pero no tardará en volver. Y si no volviese..., ¿podré seguramente hallar un hotel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario