La herencia del desierto
-Pero este hombre está casi muerto.
Estas pocas palabras estimularon el desfalleciente espíritu de John Haré, volviéndole a la vida. Abrió los ojos. El desierto extendía ante su vista aquella desoladora inmensidad que le había subyugado con su vasta extensión de engañadora púrpura. Junto al caído se agrupaban unos cuantos hombres de aspecto sombrío.
-Déjelo aquí -dijo uno de ellos dirigiéndose a un gigante de encanecida barba-. A este individuo lo han mandado al sur de Utah para espiar a los ladrones de ganado. Le falta poco para morir. Los bandidos de Dene andan detrás de él. No se entrometa en los asuntos de Dene.
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