El alcaide de la prisión de Cannon Bay hizo una seña muy discreta, una de esas señas que nadie parece ver.
Pero el verdugo la captó. Le dijo con suavidad al condenado:
-Bueno, muchacho, esto aún tardará un poquito. Tienes tiempo para rezar...
Y en aquel momento, mientras hablaba, movió la palanca que hacía funcionar la trampilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario