Una fosa pagada a plazos
Chester hizo una leve mueca mientras que sus facciones que, parecían talladas en piedra, se marcaban más duras que nunca bajo la luz plomiza de la lámpara. Luego dejó que sus manos descansaran sobre el tapete verde y mostró las cartas mientras decía:
-Póker de ases.
Todo el mundo quedó en silencio.
La apuesta que estaba sobre el tapete era fuerte: quinientos dólares. En toda la tarde no se había producido ninguna tan alta como aquélla.
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