La marca de Takoma
Jed Mannix se arrojó al suelo para evitar que los proyectiles se hundieran en su cuerpo.
Con el arma empuñada rodó sobre sí mismo, dejándose resbalar por el talud hasta quedar resguardado entre unas rocas.
Allí se inmovilizó durante unos segundos.
Confiaba en que sus perseguidores hubiesen perdido su pista pero apenas había pensado aquello cuando escuchó, sobre él, la voz del sheriff Deful:
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