Una vida perdida
-¿Alguna apuesta más, caballeros?
La pregunta acababa de formularla George Hill.
Los tres hombres que con él se sentaban alrededor del tapete verde intercambiaron una rápida mirada, parecieron titubear y al fin movieron la cabeza en un gesto negativo. Uno de ellos, levantándose, murmuró, después de humedecerse los labios con la punta de la lengua:
-No, no es suficiente. Además, no... nos sentimos demasiado seguros de que no haya hecho... -no concluyó la frase.
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