Bala por bala
No es el momento de hacer un estudio, difícil siempre, sobre el placer morboso de la multitud ante la desgracia ajena.
Una verdadera muchedumbre saltaba gozosa y amenazadora profiriendo insultos soeces contra un joven que, emplumado, era conducido a las afueras de la ciudad, rodeado de antorchas.
Fue costumbre que costó desplazar de algunas regiones del Oeste emplumar a los considerados como ventajistas, y consistía en despojar de toda roña a la víctima elegida y embadurnarla con una especie de alquitrán natural, caliente. Sobre esta pasta cauterizante se pegaban plumas, dándole un aspecto infraumano.
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