Una mujer de saloon
El hombre descendió del tren en la estación terminal, cargó con su silla, su manta y su rifle y avanzó a pasos cortos por el andén donde el sol de la mañana empezaba a disolver la delgada capa de nieve que se había formado durante la noche anterior.
Poco más allá estaba la frontera canadiense. De las montañas de Manitiba llegaba un viento helado y limpio.
El recién llegado era alto y fuerte, pero se adivinaba que le resultaba fatigoso caminar bajo la pesada impedimenta. Llevaba provisiones para varios días y tres cajas de balas. La silla era de las mejores y muy bien repujada. Seguramente la había comprado en México. El rifle, un "Winchester" último modelo, con la caja de mecanismos tan cuidada como un aparato de relojería.
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