El jinete entró en Cedar Town llevando tras él otro caballo, que transportaba en su lomo un gran bulto, envuelto en una lona. Pero no del todo envuelto, ya que a cada lado del caballo se veían los dos pies de un hombre. A poco que se pensase, era fácil llegar a la conclusión respecto a qué significaban aquellos pies.
A buen seguro, nadie en Cedar Town dejó de comprender que en el segundo caballo iban dos muertos, cruzados sobre la silla, cada uno con la cabeza a un lado. No era un espectáculo alegre. La gente se volvía para mirar al jinete, pero éste no parecía ver a nadie. Iba a lo suyo, que es lo sensato y conveniente siempre.
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