La risa del asesino
-Me gusta la ciudad, ¿y a usted?
El conductor del taxi emitió un gruñido.
Kate agrandaba los ojos observando por las ventanillas las casas, el tráfico, las aceras llenas de gente, los escaparates de los grandes almacenes...
-Es maravilloso -rió-. Mi tío Johnny se quedó corto. Todos ustedes tienen suerte. Usted también la tiene, amigo, por vivir en un paraíso como éste. Apuesto a que lleva mucho tiempo aquí.
-Sí, mucho -asintió el conductor.
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