martes, 19 de abril de 2016

Mark Sten

El sabor de la venganza

Bajo el tórrido sol avanzaban los ocho hombres. El agua de la charca en que se habían zambullido poco antes siete de ellos, vestidos y con las botas puestas, se iban evaporando de sus cuerpos.
El único que cabalgaba lleno de polvo hasta las cejas y las pestañas era Rex Mulligan, el capataz. Él se reservaba para cuando llegaran a Paraíso; les faltaban ya pocos kilómetros.
Como surgidos del infierno, aparecieron en la llanura, envueltos en una nube de polvo. Se acercaron galopando y lanzando frenéticos gritos de guerra. Eran más de veinte.

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