El tren de las 21'45
Llovía torrencialmente.
Los relámpagos y los truenos se sucedían unos a otros y el aire silbaba por entre los árboles lanzando a la inmensidad del llano, a las colinas, a las cercanas montañas, su lúgubre y lastimero aullido.
Daba de lleno en la traqueteante y vieja máquina, como queriendo detener su marcha, como deseando impedirle que aquella noche llegara y se detuviera en la pequeña estación de Big Piney.
Era el tren de las 21'45.
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